La tontería tiene algo de palabrería, es un uso de la palabra vacuo, un uso en el que uno renuncia a su responsabilidad última sobre el propio decir. Es, para decirlo de otra manera, un decir que supone una renuncia ética. ¿Y cómo es esto posible? Justamente, a través de un decir ventrílocuo, esto es, la tontuna es un decir en el que el que dice no es uno, sino Otro. Esto puede ilustrarse de múltiples maneras. Heidegger en Ser y tiempo, por ejemplo, alude a un decir caracterizado por el «se dice» y, además, lo cataloga de un decir inauténtico. ¿Qué es lo que digo? Lo que se dice. El que dice dice lo que se dice. ¡Oiga! ¡usted! ¿Qué piensa de esto o de aquello? Pienso lo que se dice, se dice de esto o aquello tal o cual cosa y esto es, precisamente, lo que digo, lo que pienso. Como acabamos de aseverar, la tontería es un decir ventrílocuo, pasa por un Otro que habla a través de mí, y ese Otro es aquí, precisamente, eso que «se dice». Obviamente, ese «se dice» puede ser una corriente de opinión, un pensar mayoritario, un juicio político tomado como evidente por ser bombardeado a diario y masivamente en los medios de comunicación de masas o, sencillamente, lo que dice mi amado partenaire. Pero lo importante no son los ejemplos, sino la estructura misma del decir tonto que aquí estamos elucidando. Y precisamente, he aquí lo decisivo, porque no me hago cargo de mi decir, sino que mi decir pasa por el Otro, es Otro el que habla a través de mí, estoy renunciando a hacerme responsable de lo que digo y, por lo tanto, es un decir, el mío, que adolece de ética.
Pero el decir tonto no es el único decir ajeno a la ética. El cinismo o el decir cínico es otro decir extraño a la ética. ¿Por qué se caracteriza el decir cínico? Si la tontería es un decir ventrílocuo en el que un Otro habla por el sujeto de forma que este renuncia a la responsabilidad sobre su propio decir, enajena su responsabilidad en el Otro por así decir, el decir cínico es un decir del sujeto en el que éste sabe que el Otro no existe y, no obstante, hace un uso de la palabra en el que toma al Otro según le conviene. Volviendo al «se dice» de Heidegger para ilustrar: el decir cínico es un decir que hace un uso del «se dice» oportunista. Me va bien lo que «se dice», pues perfecto, adelante con él; no me va bien lo que «se dice», pues no lo tengo en cuenta, ya no me vale, etc. Lo fundamental aquí es percatarse de que el sujeto cínico también devalúa su decir mismo -como el tonto-, pero no lo hace en la medida en que el Otro, el «se dice», habla por él; sino en la medida en que, sabiendo que el Otro no existe, que el «se dice» vale lo que vale, toma ese decir del Otro, lo que «se dice», para usarlo según le conviene a él. Un comportamiento típico del sujeto cínico es, por ejemplo, poner una causa noble en el lugar del Otro -sea por ejemplo el comunismo, el feminismo, el imperativo categórico de Kant, o lo que el lector pueda o quiera imaginar- para, acto seguido, usarla en función de sus intereses particulares espurios.
Y para finalizar con una vuelta de tuerca más, tenemos otro decir más que no se aviene con la ética: el canallismo o el decir canalla. El sujeto canalla es el peor de todos. El sujeto canalla es parecido al que sufre de tontería, pero éste de tonto, como suele decirse, no tiene un pelo. El decir canalla, como el decir tonto, es un decir ventrílocuo, pero impostado en la medida en que el canalla sabe, a diferencia del tonto, pero en sintonía con el cínico, que el Otro no existe. El sujeto canalla, para ser precisos, realiza la impostura de ponerse en el lugar del Otro, detenta un supuesto saber, el «se dice», blande una causa noble, etc. pone en marcha, de manera muy consciente y en ocasiones en forma sumamente elaborada, el juego de la mascarada de un sujeto supuesto saber, del que encarna la opinión mayoritaria del «se dice», etc. Pero, además, y aquí está su particularidad escandalosa que lo sitúa allende la ética, monta el artificio de ese teatrillo para algo mucho peor que el cínico, a saber, no tanto para su propia conveniencia particular -que también-, como para hacer el mal, para joder vivo al otro. El canalla es un sujeto que, por tanto, juega al artificio de encarnar el Otro, se arroga el saber, conoce y sigue las reglas y convenciones sociales que se siguen o el parecer mayoritario del «se dice» y las utiliza para exhortarte o persuadirte para que las sigas, aun sabiendo que te lleva a la ruina, que te va a causar un mal terrible.
ENM (2024)






Una respuesta a “Tontería, cinismo y canallismo”
Tremendo dolor el que te causa el canallismo o el decir canalla… Pero el canalla debe ser cauto, ya que su canallismo puede volverse en su contra ..
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