Hace apenas unos días se cumplieron 100 años de la muerte de Lenin. Nadie puede negar, ni tan siquiera los adversarios del revolucionario ruso en la izquierda y la derecha, su capacidad subversiva puesta al servicio de la idea de derrotar el capitalismo y construir otra sociedad, socialista. Aunque sólo fuera por esto, por ser el exponente máximo de un acontecimiento histórico, la «revolución de octubre de 1917», que hizo brecha y puso en jaque la continuidad histórica del capitalismo, Lenin merece no sólo ser justamente recordado, sino que, es más, haríamos bien en sacar unas cuantas lecciones de él. Además, reivindicar la capacidad subversiva y crítica de Lenin cobra especial relevancia, toma un color diferente hoy si, para hablar fuera lo políticamente correcto, aseveramos que el capitalismo se constata cada día que pasa como un sistema generador de desigualdades sociales brutales y guerras atroces, que provoca saqueos y genocidios de pueblos enteros, que apunta incluso a ser el causante último del actual colapso ecológico del planeta y del peligro de extinción de nuestra especie.

Ahora bien, queremos llamar aquí la atención sobre lo siguiente: este compromiso conspirativo, implacable, a veces descarnado, de Lenin con la idea de la necesidad de derrotar el capitalismo es inseparable de tres puntos nodales que atraviesan toda su obra teórica y práctica.

Primer punto: No hay transformación social sin estudio, conocimiento y comprensión profundas de aquello que se pretende transformar y superar; obviamente, para Lenin, el mundo capitalista. En todo caso, el revolucionario ruso no es un generalista que repite fórmulas huecas y mojigatas como, hay que decirlo, lamentablemente han sido muchos de sus seguidores. La transformación revolucionaria de la sociedad exige estudio, análisis de las características sociales momentáneas y estructurales del capitalismo, elucidación de la composición de las clases en cada momento histórico, de la coyuntura política en ciernes, etc. Una lectura mínimamente pormenorizada de Lenin pone en evidencia esta idea fija en el revolucionario ruso que se trasluce en expresiones célebres y recurrentes suyas que han hecho historia y que formaron parte del acervo cultural del movimiento obrero y comunista durante el siglo XX: «sin teoría revolucionaria no hay movimiento revolucionario de vanguardia», «análisis concreto de la realidad concreta», etc. Un discurso ejemplar y bello en el que puede verse este énfasis de Lenin en la importancia de la educación es Tareas de las Juventudes Comunistas, pronunciado el 2 de octubre de 1920.

Segundo: Lenin es un revolucionario profundamente materialista. Esta es su posición filosófica y el presupuesto filosófico fundamental sin el cuál es imposible entender su política. Es más, los malabares teóricos con la dialéctica en la tradición marxista y, hay que decirlo, en el propio Lenin sólo han hecho que añadir confusión y malos entendidos. En este punto Lenin, conecta con una larga y subterránea tradición filosófica e histórica que el filósofo francés Louis Althusser motejó en su día con el nombre de «materialismo aleatorio», una tradición que tuvo a Epicuro, Maquiavelo y Marx como sus principales protagonistas. Digámoslo de una manera sintética, el «análisis concreto de la realidad concreta» o la elucidación de la coyuntura política debe partir de dos ideas esenciales: la coyuntura tiene un carácter único irreductible y, además, ésta resulta de una conjugación aleatoria y momentánea de elementos heterogéneos de orden social, político, ideológico, económico, etc. Lenin se refiere a esta característica de la coyuntura política aseverando insistentemente, cosa muy sintomática, que es un «“milagro”» -las comillas no son casuales- que resulta de una «acumulación de circunstancias». El texto clave en el que puede encontrarse in nuce este rasgo del pensamiento de Lenin es la primera de sus Cartas desde lejos, fechada a 7 de marzo de 1917.

Lenin escribe allí:

«Si la revolución ha triunfado tan rápidamente y de una manera tan radical —en apariencia y a primera vista—, es únicamente porque, debido a una situación histórica original en extremo, se fundieron, con “unanimidad” notable, corrientes absolutamente diferentes, intereses de clase absolutamente heterogéneos, aspiraciones políticas y sociales absolutamente opuestas. A saber: la conjuración de los imperialistas anglo— franceses, que empujaron a Miliukov, Guchkov y Cía. a adueñarse del poder para continuar la guerra imperialista, para continuarla con más encarnizamiento y tenacidad, para asesinar a nuevos millones de obreros y campesinos de Rusia a fin de dar Constantinopla… a los Guchkov, Siria… a los capitalistas franceses, Mesopotamia… a los capitalistas ingleses, etc. Esto de una parte. Y de otra parte, un profundo movimiento proletario y de las masas del pueblo (todos los sectores pobres de la población de la ciudad y del campo), movimiento de carácter revolucionario, por el pan, la paz y la verdadera libertad

La coyuntura política no es la expresión de una esencia o concepto previos que permitan su comprensión, no hay proceso histórico teleológico, esta perspectiva es puro narcisismo teórico, es el enfoque propio de todo idealismo filosófico, desde Platón a Hegel. Por el contrario, la coyuntura, como la lluvia de átomos epicúrea, cuaja en una realidad concreta única e irreductible cuando hay una desviación contingente, indeterminable, de alguno de los átomos provocando que éstos empiecen a colisionar mutuamente y a combinarse entre sí formando mundos. No hay, por lo tanto, esencias ni conceptos previos explicativos, hay por el contrario combinación atómica o «acumulación de circunstancias» que se encuentran produciendo una coyuntura aleatoria única más o menos duradera. Por ejemplo, la coyuntura única denominada «revolución de octubre de 1917» es el encuentro de elementos heterogéneos sociales e históricos que Lenin enumera detalladamente en la carta aludida: el antecedente de la revolución de febrero de 1905, la «”autodefinición”» precisa, social y política, de las clases sociales en Rusia, la situación creada por la guerra imperialista mundial, etc.

Tercer y último punto: el estudio y el conocimiento combinados con una coyuntura política revolucionaria son necesarios, pero no son suficientes para la revolución. Es preciso algo más sin lo cual no hay Tyche, no hay pasaje al acto revolucionario. ¿Qué? Una intervención política decidida que, precisamente, haga posible que conocimiento y coyuntura política se traduzcan en una salida transformadora, revolucionaria. Sin intervención política no hay revolución, prevalece la subsunción de lo real bajo la lógica del capital, y el momento revolucionario pasa, acaba deshaciéndose como azucarillo en agua. La intervención política en Lenin es, pues, el elemento que vectoriza y da sentido último al conocimiento y la coyuntura política para asegurar un pasaje en acto revolucionario. Estamos ante otra idea troncal en Lenin que se mantiene a lo largo de toda su obra: su énfasis inflexible en la necesidad del partido político revolucionario. Ojo, otro malentendido habitual, la idea central es la necesidad de un partido político revolucionario, no tanto eso en lo que históricamente se ha puesto el énfasis, a saber, una forma organizativa concreta -por ejemplo, el denominado «centralismo democrático»-, pues la forma de organización en Lenin, como pone de relieve ¿Qué hacer? de 1902 o la autocrítica de Sobre la reorganización del partido de 1905, debe pensarse y articularse a cada circunstancia, en cada momento histórico y en sus coyunturas particulares, subordinándola siempre, en última instancia, a la misión revolucionaria. Aunque seguramente Lenin no era muy consciente de ello, esta es una posición política que podemos hallar ya en Maquiavelo: no es suficiente con que la diosa fortuna, lo aleatorio, brinde una coyuntura política que sea ocasión para la deseada unidad italiana, es necesario que a su vez haya un príncipe con dotes políticas excepcionales dispuesto a agarrar, aprovechar, esa ocasión política e intervenir políticamente en ella con vistas a dicha unidad.

Puesta en valor del estudio y el conocimiento, enfoque materialista de las coyunturas políticas, y necesidad de la intervención política para la transformación social y la revolución, si de verdad lo que se pretende es conspirar con vistas a superar el capitalismo. Esta es la matriz fundamental del pensamiento de Lenin. Una matriz que, quizá desafortunadamente, no está muy presente en la izquierda hoy. Pero esto, estimado lector, es harina de otro costal…

ENM (2024)

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